viernes, 14 de marzo de 2014

LA UMBRÍA MANSIÓN

LA UMBRÍA MANSIÓN

¡Con rumbo norte, adelante!,
impulsaba lo intrépido.
Temerarios mis pasos fueron,
camino a la extraña mansión.
Tiritaban los pinos fornidos,
dejando caer manchas retintas
en el sendero sinuoso y ajeno.
A lo lejos, se veía oscura la finca,
con su atavío de misterio y nubes;
a mi lado, espectrales sombras reptaban
borrando los pasos de peregrino.
Escondidos entre los huraños abetos ,
lamentos del viento y lobos inquietos,
anunciando el peligro frente a la noche.
No hallé flores tras el portal,
ni calor del hogar en sus murallas,
solo gélida suerte que no esperaba.
¡Qué palacete de siniestros tesoros!,
¡pieza de conquista y combates!
A pesar de todo, la Luna no me dejaba,
ni los mortecinos faroles;.
y el plenilunio volando en lo alto,
cuando el fortín abrió su corazón.
Poco apoco, en silencio, y sueños,
ofreció a mi pluma su aire insomne,
niebla de siglos con epopeyas.
Y en el tiempo gravado por rayos,
aquella morada fue lo que fue;
escudo contra malos augurios,
siempre rodeada por los fantasmas;
 pero muy orgullosa de su abolengo,
en medio del crujir de dientes;
¡páginas llenas de historia nocturna!,
¡lo que pudo resultar silencio en las calles!
Y aunque al portal las penas clamaban,
me animaron paradojas de lo contemplativo,
¡en antesala de  sus revelaciones!
Puedo asegurar que no fue ilusión,
descubrir la miseria del mundo
en su pecho de piedra y hierro,
¡hasta sentir su corazón latir!
Mas al acercar mi oído para escuchar,
borrascas se unieron a los temores,
reflejando lo monstruoso por sus ventanas,
¡terribles figuras humanas rogando perdón!
Solo el milagro llegó a tiempo,
y del averno su juramento deshizo,
para salvar mis poemas y sueños,
temblorosas hojas junto al delirio;
hasta lograr la fecha más victoriosa,
no con la espada, sí con la oración.
Tampoco supe de aplausos del prójimo,
y vítores que premian hazañas,
solamente suspiros de ninfas,
antes de cantos con gallos.
Y al cabo de horas mustias y sobresaltos,
mi visión descubrió el gran secreto,
aquello que lo prohibido supo esconder
con espejismos tentando mi pluma,
y seres deformes entre los pinos;
¡extraños encuentros antes del alba!,
sabiendo que lo fiel llenaría mi copa,
junto al fogón solariego y en libertad,
¡no sobre botín de la magia y cañones!
Pero no fueron vanas mis horas,
en su intranquila mansión de las gárgolas,
arcano azul de misterios,
con heraldos que fueron tormentas,
me dijo tener los oídos despiertos;
¡contra  muerte, listo el corcel!
Porque así nacieron de las tinieblas,
estos versos entre alaridos y búhos,
noble regalo de la noche sin Luna,
tras el portal en el reino del miedo.












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